
Este pauta de interacción puede observase en problemas conyugales (“estoy segura de que él tiene una aventura”), en problemas de educación de los hijos (“Sabemos que ella se ha metido en problemas”) y en dificultades relacionadas con el trabajo (“sabemos que está bebiendo durante la jornada de trabajo”).
El juego se acabaría si una de las partes abandonara su papal repetitivo. Es decir, si una de las partes dejara de hacer aquello que ha hecho repetidas veces y no le ha dado resultados. Por diversas razones, porque cree tener la razón, porque así lo dicen los demás, por miedo…, sigue haciendo lo mismo con lo que el problema se agrava.
Un ejemplo de este juego es el que se relata a continuación: Se trata de una pareja ya mayor que se había estado dedicando a este juego durante más de treinta años. Ella lo acusaba a él de no ser nada divertido y de proporcionarle unos recursos económicos bastante mediocres. Él se defendía afirmando que había hecho las cosas lo mejor que había podido. Había renunciado a una profesión en Europa para casarse con ella, quien no había sabido apreciar los muchos sacrificios que él había realizado en honor a ella.

Lo que se ha puesto en marcha en esta estratagema es por un lado detener las soluciones intentadas que habían cronificado el problema y por otro lado proponer algo totalmente opuesto: reconocer la acusación.
En este tipo de situaciones los contenidos pueden variar, pero la relación suele ser de golpes de pimpón y es aquí donde debemos intervenir, si uno abandona la raqueta el juego se acaba.
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