Una de las características que define a la depresión es la renuncia. La persona empieza a renunciar a actividades primero placenteras y poco a poco va renunciado a toda actividad, que puede llevar a las más básicas como la higiene. La persona cae en una espiral de renuncia, se siente como una marioneta con los hilos cortados, ya no puede hacer nada, no tiene ganas, es inevitable sentirse así.
Dentro de las tipologías de la depresión propuesta por el grupo de trabajo de Terapia Estratégica de Arezzo se encuentra lo que denominan deprimido radical.
El deprimido radical se caracteriza por la generalización del pensamiento negativo. Se distingue por la temporalidad: es decir, todas las personas que la sufren dicen haber estado siempre así.
Parece ser que la vida de este tipo de personas se compone de una derrota tras otra. Cada nueva derrota se convierte en la prueba irrefutable de la propia incapacidad y la justificación de la propia renuncia, y, precisamente, no sucede que sea real: creer que no se puede hacer es ya no poder hacerlo. En este sentido evitaciones sucesivas pueden llevar a la renuncia. Esto nos indica que la persona se construye una creencia que se convertirá en una profecía que se autodetermina como ingrediente añadido a un fracaso garantizado.
Este tipo de personas piensas que están determinados biológicamente para sentirse así y de esta manera manifiestan: yo he nacido así. Razonan más o menos así: “Todos son felices, todos son capaces, todos son afortunados…yo tengo mala suerte, la Madre Naturaleza no me ha dado los instrumentos necesarios para la vida, no puedo hacer lo que hacen los demás, no soy capaz y nunca lo seré…los demás harán lo que no puedo o no soy capaz de hacer”. La vida diaria está signada por renuncias continuas, por impotencia, bajo el lema de una constante resignación. La actitud es así in primis de renuncia, pero delegando en los demás, en cuanto que se sienten incapaces debido a su propia desventaja biológica, genética o social.

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