Arrepentirse es algo que todo hemos hecho y seguro haremos en el futuro, pero no siempre que nos arrepentimos lo hacemos por algo que hayamos hecho de manera deliberada y premeditada. El tomar decisiones y arrepentirse van de la mano. Pero, ¿realmente estamos decidiendo cuándo hacemos algo de manera automática?. Una respuesta a esta pregunta requiere consideraciones éticas que salen de mi propósito en este momento, ya que podríamos pensar en aquel que comete un delito y luego alega haberlo hecho preso de un estado de inconsciencia.
Aquí me refiero a circunstancias cotidianas en las que me veo actuando como siempre y por más que me digo a mi mismo/a que en la próxima ocasión tendré más cuidado, que no lo volveré hacer, repito una y otra vez el mismo patrón. Esto puede suceder en cosas tan simples como cuando llegamos a casa y dejamos las llaves siempre en un lugar distinto y luego no las encontramos, o en situaciones más complicadas como siempre que mi pareja me indique algo que no le gusta yo responda alzando la voz independientemente del contenido de la conversación. Quién dice la pareja puede decir el hijo/a, padre/madre, y, con menor frecuencia, amigos/as, ya que sucede que con quién más nos ensañamos es con los que más cerca tenemos y a los que más queremos.
Arrepentirse en estas situaciones está bien, pues indica que conocemos el error o daño, pero no basta con arrepentirse, pues esto no lo soluciona, es más, en ocasiones lo empeora, ya que cuando se trata de relaciones, al daño causado al otro añadimos el daño causado a nosotros mismos.

Cuando actuamos de manera automática parece que no estamos decidiendo, pareciera que nuestra conducta está determinada por un agente externo, y en cierta medida es así. Se trata de un agente que poco a poco hemos ido construyendo y al que cada vez damos más poder para determinar nuestra conducta. Cada vez que actuamos de la misma manera estamos dando más poder a ese agente. En ese momento sabemos lo que queremos, sabemos que no queremos seguir actuando así para luego arrepentirnos, pero no podemos dejar de hacerlo.
El romper con hábitos que hemos construido durante mucho tiempo no es tarea fácil, aún cuando estemos decididos a cambiar. Ocurre que muchas veces queremos  cambiar esos patrones, hábitos, esquemas, pero no queremos mirar más allá. Una persona puede querer dejar de pelear, de gritar, de acumular ira hacia sí mismo y los demás, quiere que todo eso cambie, pero no quiere cambiar. Quiere atajar el problema sin romper con todo aquello que lo sostiene. “Un señor que iba caminando por la calle se encuentra a otro buscando algo debajo de una farola y le pregunta si le puede ayudar, a lo que el otro responde afirmativamente, que se le han perdido las llaves. Tras buscar un rato y no encontrarlas le pregunta si las llaves las había perdido por esa zona a lo que el otro responde que no, pero que es ahí donde hay luz”.
Buscar aquello que mantiene nuestras “decisiones automáticas”, sería un buen comienzo.  Intentar procesar nuestras decisiones y no actuar como si entre el estímulo y la respuesta no existiese nada sería otra alternativa.
Propongo aquí un ejercicio sencillo que quizás nos ayude a revelarnos algunos de nuestro automatismo y poder en consecuencia cambiarlos. Este ejercicio nos ayudará a tomar conciencia de lo que está pasando por nuestra mente y como esto influye en nuestro cuerpo y por ende en nuestro comportamiento. Será fácil de recordar si seguimos el siguiente acrónimo.
DROP (en inglés STOP).
D= Deténgase (en inglés Stop)
R= Respire ( take a breath)
O= Observe (observe)
P= Prosiga (proceed)
Se trata simplemente de parar, tomar algunas respiraciones de manera natural y siendo consciente de esa respiración, observar en ese momento nuestro cuerpo, sensaciones, postura, que pasa por nuestra mente, permanecer unos segundos en ese instante y luego proseguir. Esto no debe llevarnos más de un minuto y podemos hacerlo tantas veces como podamos. Antes de salir y llegar a casa, al coger el coche, antes de comunicar algo a otra persona, antes de comer….
Hacer este ejercicio sería un buen comienzo, sólo eso, un comienzo; pero para cambiar hay que empezar cambiando. Quizás esta pequeña tarea nos descubra factores que intervienen en nuestro problema y podamos así construir estrategias específicas para atajarlo.