El miedo, algo que todos conocemos, nos protege muchas veces de los peligros que nos pueden causar daño. El tener miedo a una calle completamente oscura, en la que han ocurrido diversos incidentes violentos nos puede hacer no pasar por esa calle y protegernos de un posible atraco, por ejemplo. El miedo a un animal como una rata nos puede hacer huir ante su presencia o enfrentarnos a ella para evitar una posible mordedura y futuras complicaciones médicas. No existe una respuesta única ante el miedo, sino que dependiendo de la situación y de la evaluación que hagamos de la misma responderemos de una manera u otra.
El problema se presenta cuando respondemos siempre de la misma manera y ante un determinado evento, o ante algunos parecidos, optamos por evitar la situación. Si la evitación se convierte en nuestro único recurso esto conformará un sistema que se retroalimenta y cada vez evitaremos más situaciones parecidas.
Una de las características esenciales de la agorafobia es la aparición de ansiedad al encontrarse en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil, o donde, en el caso de aparecer una crisis de angustia (ataque de pánico) puede no disponerse de ayuda. La respuesta a esta situaciones más típica es la evitación de esas situaciones, ya que permanecer en ellas es altamente estresante. Y de esta manera poco a poco vamos construyendo el problema; y una vez dentro de él ya nos es imposible salir.
Pero no siempre la persona que sufre este problema opta por evitar las situaciones, en otras ocasiones opta por pedir ayuda a las personas que tiene a su alrededor para hacer cosas que si no tuviese este problema podría hacer sola. Así por ejemplo pude pedir a su esposa, marido, padres, que le acompañen a hacer la compra, ir al médico, ir a una oficina a resolver trámites… La persona estructura su vida de manera que nunca puede estar sola cuando sale de casa.
Sin duda este problema afecta principalmente a la persona que lo sufre, pero también a aquellos que le rodean. La vida afectiva resulta fuertemente influida por este problema. La pareja muestra una relación desequilibrada, de dependencia por parte de la persona trastornada y de ayuda por parte del compañero. O bien la persona agorafóbica mantiene un vínculo de estrecha dependencia con su familia de origen, donde los padres representan sus puntos de referencia y ayuda constante. No es extraño que el cónyuge o los padres sean los protectores que se alternan con su presencia. 
Este trastorno limita la vida no sólo de quien lo padece sino también de las personas que están afectivamente ligadas a ella.