
El problema se presenta cuando respondemos siempre de la misma manera y ante un determinado evento, o ante algunos parecidos, optamos por evitar la situación. Si la evitación se convierte en nuestro único recurso esto conformará un sistema que se retroalimenta y cada vez evitaremos más situaciones parecidas.
Una de las características esenciales de la agorafobia es la aparición de ansiedad al encontrarse en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil, o donde, en el caso de aparecer una crisis de angustia (ataque de pánico) puede no disponerse de ayuda. La respuesta a esta situaciones más típica es la evitación de esas situaciones, ya que permanecer en ellas es altamente estresante. Y de esta manera poco a poco vamos construyendo el problema; y una vez dentro de él ya nos es imposible salir.

Sin duda este problema afecta principalmente a la persona que lo sufre, pero también a aquellos que le rodean. La vida afectiva resulta fuertemente influida por este problema. La pareja muestra una relación desequilibrada, de dependencia por parte de la persona trastornada y de ayuda por parte del compañero. O bien la persona agorafóbica mantiene un vínculo de estrecha dependencia con su familia de origen, donde los padres representan sus puntos de referencia y ayuda constante. No es extraño que el cónyuge o los padres sean los protectores que se alternan con su presencia.
Este trastorno limita la vida no sólo de quien lo padece sino también de las personas que están afectivamente ligadas a ella.
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