Se habla de mutismo selectivo en aquellos casos en que el niño no habla en determinadas situaciones. Normalmente ocurre que el niño se expresa y comprende correctamente pero que en la escuela no habla.
El DSM-IV-TR (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales) clasifica este problema dentro de la categoría de “Otros trastornos de la infancia, de la niñez, o de la adolescencia”. Según la definición de este manual el problema debe durar al menos un mes, la presencia de este problema debe interferir en el rendimiento escolar y no se puede explicar por otro trastorno como, por ejemplo, un trastorno de la comunicación.
Puede cohabitar con algunas manifestaciones como excesiva timidez, aislamiento y retiro social, excesivo afecto, rechazo a la escuela, rasgos compulsivos, pataletas u otros comportamientos de oposición, especialmente en casa.
Desde el Modelo de Terapia Breve Estratégica entendemos que muchos de los problemas  se mantienen independientemente de la causa que los originaron y muchas veces se mantienen gracias a las soluciones que empleamos y que no funcionan. Ocurre que aunque la experiencia nos muestre continuamente que estas no funcionan, nosotros las empleamos con más énfasis, contribuyendo de esta manera a obtener más de lo mismo pero en mayores dosis.
Una de las soluciones intentadas en el problema del mutismo selectivo es intentar, insistir en que aquello que debe surgir de manera espontánea ocurra de manera forzada, y lo que conseguimos normalmente es bloquearlo. Normalmente se le pide al niño de manera explícita que hable, que diga algo, y esto no hace más que encerrarlo aún más en su silencio. Esto a su vez envuelve al niño en un manto de atenciones, ventajas secundarias que le ofrece su problema y que de otra manera no tendría en tanta proporción. El niño entiende  “no hablo, me piden que lo haga, no lo hago, me lo piden nuevamente y así una y otra vez”. “Cuánto menos hablo más se interesan por mi”.
Por su parte los padres y todos aquellos que rodean al niño les gustaría que este problema dejase de existir y sin embargo se comportan continuamente en consecuencia al problema, contribuyendo de esta manera a la creación del mismo. 
De lo dicho hasta ahora se desprende que si seguimos empleando las mismas soluciones lo que conseguiremos es que el niño se acentúe más en su problema. Más que alejarnos del problema parece que de esta manera estamos contribuyendo a crearlo.
Para resolver este problema habrá que intervenir para bloquear estas soluciones que mantienen el problema y que a demás reportan ventajas secundarias. Habrá que hacerlo buscando nuevas estrategias, que bloqueen las que ya empleábamos y que incidan en que el niño tenga que hacer uso de sus recursos. 
Todo ello deberá hacerse, en la medida de lo posible, de manera que el niño no se de cuenta  de la intervención para resolver su problema. Desde la Terapia Breve Estratégica entendemos que llevar al niño al contexto terapéutico de una consulta contribuye a hacerle consciente de que tiene un problema, contribuye a etiquetarle y que por lo tanto se comporte según esta etiqueta. Padres y profesores deben convertirse en co-terapeutas, en protagonistas del cambio, para ello trabajaran conjuntamente con el psicólogo para aplicar las intervenciones necesarias.