Hace ya algún tiempo que llevo practicando Mindfulness. Mi encuentro con esta práctica fue por casualidad y era muy escéptico de los resultados que de este ejercicio cotidiano pudiese obtener. Es verdad que mis juicios se basaban únicamente en creencias y adolecía de información que me permitiese tener una idea más cercana a la realidad de lo que significa practicar Mindfulness y de los beneficios que este aporta.
Mindfulness. Ayer y hoy.
Desde entonces, hace unos tres años, sigo practicando a la vez que he ido estudiando y ampliando mis conocimientos teóricos sobre esta disciplina.
En la actualidad hay muchos estudios que verifican lo que ya intuíamos, la relación directa entre Mindfulness y distintos parámetros de salud. Esto se ha verificado gracias a los avances en la ciencia y a los artefactos que esta aporta para el estudio como la resonancia magnética.
Pero por más que avance la ciencia y descubra nuevas relaciones entre el Mindfulness y salud, no debemos olvidar que el origen de esta técnica es la Meditación Vipassana. Este tipo de Meditación se sigue enseñando como se hacía hace ya 25 siglos. Para aprender la técnica hace falta hacer un retiro de diez días en los que se ha de guardar silencio en nueve de ellos. Esto es lo que yo he hecho en este mes de Agosto, me he acercado al origen y así he intentado comprender el presente sin olvidar sus raíces.
Debo reconocer que al principio me asustaba la idea de estar diez días incomunicado, sin poder leer ni escribir, sin móvil, mail o cualquier otro medio de comunicación. Toda la incertidumbre que esto me ocasionaba se disipó desde el primer día y pronto se convirtió en una costumbre.
El hecho de no poder comunicarse con otros participantes, ni siquiera con gestos, ayudó a crear un ambiente de mayor concentración y a que mirase más hacia dentro. Te das cuenta de esta manera de que muchas veces las interpretaciones tienen poco que ver con los hechos, que el lenguaje muchas veces facilita la comunicación, pero que otras enreda los acontecimientos y pierden su originalidad.
En lo que se refiere a la práctica formal de la Meditación Vipassana debo reconocer que es duro físicamente estar diez horas al día meditando. Aparecían dolores por todos lados. El hecho de soportarlos y no reaccionar instintivamente a ellos ha formado parte de mi aprendizaje. Muchas veces me preguntaba si merecía la pena tanto esfuerzo, pero creo que la respuesta es obvia.
Aprender a cambiar el patrón habitual de reacción de nuestra mente no es fácil y requiere mucha dedicación y disciplina. Continuamente estamos reaccionando ante eventos externos e internos. Nos apegamos a aquello que nos gusta y reaccionamos con aversión contra aquello que nos desagrada. Estamos en continua lucha con nosotros mismos y no nos damos cuenta que la mayoría de la veces las cosas simplemente son sin más. Y al cabo de un rato ya no son, han cambiado, son otra cosa.
Diez días es mucho tiempo, el suficiente para observarte y para observar a los demás. Para tener más en cuenta el lenguaje no verbal, para ver como continuamente estamos haciendo juicios de los demás, basados en nuestra manera de mirar, en nuestros filtros, aquello que Watzlawich llamaba realidad de segundo orden.
En diez días me ha dado tiempo para observarme, observar a los demás y también para observar la técnica de Vipassana. He de decir que esta técnica me parece adecuada, un buen entrenamiento de la mente para todo aquel que no tenga graves problemas mentales. Entrenamos para dar una respuesta más elaborada cuando sea necesario y aceptar cuando lo sea también.
Respecto a la teoría que sustenta la técnica comulgo con parte de ella y discrepo de parte también. La ciencia en 25 siglos ha avanzado, quedan muchas cosas por descubrir y otras que lo están parcialmente. Lo que si sabemos es que con la práctica del Mindfulness se observan cambios a nivel fisiológico. Cambios observables en el cerebro (en la corteza prefrontal, la insula…) que correlacionan con cambios en nuestra respuesta biológica a los acontecimientos tanto externos como internos (pensamientos).
Han pasado lo días y sigo practicando, sigo observando mis sensaciones, sigo aprendiendo a observar y sigo estudiando que es lo que sustenta los beneficios de este aprendizaje y la manera de hacerlo más asequible a más personas, para que así teoría y práctica vayan de la mano, avancen con nosotros en nuestro tiempo y más personas se puedan acercar a este aprendizaje en distintos contextos. Todo ello, claro está, sin olvidar el comienzo.
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