El enamoramiento es una fase de lo que llamamos amor. Es una especie de comienzo compartido, o no. Cuando se es compartido parece que todo es maravilloso y vivimos pisando nubes. Cuando no se es compartido vivimos anhelando que lo sea así, y por lo tanto, también vivimos pisando nubes. Construimos expectativas de cómo podría ser la relación, de las cualidades que tendrá el otro/a, de lo que podremos hacer juntos y de lo felices que seremos estando uno al lado del otro/a.  Pareciera como si  una vez botado el barco las velas se llenaran de fresco e inagotable viento y nos dejásemos llevar esperando descubrir la dirección más adelante.
Pero en el amor no todo es enamoramiento, y en el enamoramiento tampoco todo es maravilloso. Ocurre que no queremos o no podemos ver los defectos del otro y los defectos de la relación. El cristal por el que miramos nuestra realidad está deformado a nuestro antojo.
Una vez terminada la fase de enamoramiento y continuando con nuestra relación algunas parejas se mantienen esperando que algo cambie. Continúan pensando que aquello que tuvieron un tiempo, en un principio, es la realidad y que todo lo que está pasando ahora, durante años incluso, no es más que algo pasajero que debe cambiar.
Otros han terminado la relación justo en esta fase, han emprendido vidas separadas, pero alguno de los dos no parece darse cuenta y vive pensado en que esto algún día se podrá llegar a fraguar. Viven pensando que el tiempo se ha detenido en ellos dos y que aunque todo ha cambiado lo que los unía sigue estando ahí. El otro ha podido empezar una vida, formar una familia, pero parece que está equivocado y que algún día se dará cuenta y volverá, tal cual, para continuar lo que nunca tuvo que detenerse.
Algunos viven en pareja pensando en cómo debería ser esta. Viven comparando la situación actual con lo que realmente les gustaría que sucediera. La creencia de lo que debería ser no cuadra con lo que realmente es. Intentan una y otra vez cambiar la realidad y siguen fieles a su creencia.
Esta creencia podría definirse como un autoengaño. Vivimos así en el mundo de la posibilidad, en el lo que debería ser, creemos poder cambiar el terreno para adecuarlo al mapa. Nuestro mapa debe permanecer inmutable y todo lo demás debe cambiar para así seguir construyendo nuestro autoengaño.
El autoengaño es un constructo que proponen Muriana y Verbitz, investigadoras del Centro de Terapia Estratégica de Arezzo, para explicar algunos de los casos en los que el amor “funciona” y algunos en los que no es así. Hablan de esta manera de autoengaño funcional y disfuncional.
Es mejor que miremos al amor como lo que es: “el más sublime de los autoengaños”; estaremos en condiciones de vivirlo mejor.