Mindfulness., ¿de qué se trata?
No existe una traducción exacta para esta palabra, pero podríamos decir que el mindfulness es “estar presente” en todo momento, en el aquí y ahora. También se podría traducir como “conciencia plena”, que en definitiva viene a decir lo mismo, que apliquemos nuestros sentidos al momento presente y que nos percatemos de lo que ocurre en este preciso instante.
Ocurre que muchas veces estamos haciendo algo y ni siquiera lo sabemos. Cuántas veces no estamos absortos en nuestro pensamientos, viviendo, habitando en ellos, y nos damos cuenta posteriormente que hemos hecho algo sin saberlo. Vamos conduciendo y llegamos a nuestro destino sin darnos cuenta por donde hemos pasado, las personas que habían en la calle, la luz del día, el amanecer, la lluvia…. Llega la noche y ha pasado un día más, otro con el “piloto automático” puesto, otro que ha pasado tan rápido que no lo hemos vivido, sólo nos hemos dejado llevar, hemos pasado de puntillas sin ser concientes, sin poner nuestros sentidos. Sería lógico, pues, que una vez en casa, nos relajásemos, disfrutásemos del momento después de un “largo” día. Nos metemos en la ducha, y en vez de dejarnos llevar por el momento, por el agua que cae encima, por el ruido al chocar en nosotros, por la suavidad del jabón, por lo cálido del instante, nos encontramos dando un discurso o haciendo la compra o arreglando nuestras cuentas. Luego abrimos la mampara, nos secamos, sin darnos cuenta, claro, y un día más nos hemos duchado casi sin saberlo.
Una conciencia plena significa estar abierto a nuevas informaciones, a percibir los detalles y no sólo lo general, a formar nuevas categorías con esa información y no aferrarnos a las antiguas. Significa comprender que la realidad depende del punto de mira, comprender que la perspectiva cambia cuando somos “actores” y cuando somos “espectadores” y que hay tantas interpretaciones de un mismo hecho como observadores haya. Un ejemplo es el caso de la pareja de la película Annie Hall de Woody Allen. A los dos les pregunta su respectivo terapeuta con qué frecuencia hacen el amor. “Casi nunca -dice el hombre-, no más de tres veces por semana.” “Constantemente -dice la mujer-, por lo menos tres veces por semana.
Debemos estar abiertos a todas las perspectivas y no agarrarnos a las antiguas, basadas en viejas categorías. Debemos cultivar una mente flexible, que se adapte a las circunstancias y no intentar modificar estas últimas cuando es casi imposible. Dicen que todos los caminos conducen a Roma, pero lo que ocurre generalmente es que cuando nos acostumbramos a uno de ellos no lo queremos cambiar por más que los hechos nos digan que otro camino es más correcto.
Estamos continuamente preocupados por el resultado, olvidándonos, en nuestra agonía por finalizar, del proceso. Si atendiéramos más al proceso que tiene lugar cuando hacemos elecciones reales mientras se producen, es menos probable que después nos sintamos culpables ante un mal resultado. A veces, después de conocer las consecuencias de una elección, podemos desear no haberla hecho, pero de todos modos tendemos a no ser tan duros con nosotros mismos si sabemos por qué hicimos lo que hicimos.
Respecto a la relación entre “Conciencia Plena”,o más bien la falta de ésta, y los trastornos mentales, quizás se salga de lo que aquí pretendo, un acercamiento inicial al cultivo de esta técnica. Baste, por ahora, decir que la base común de muchas patologías es la rumiación, masticar continuamente los mismos pensamientos, y también estar saltando con nuestra mente de un lado para otro, lo que en la cultura oriental se llama “mente de mono” y, más cercano a nuestra cultura, Santa Teresa llamó “la loca de la casa”.
Y después de todo esto nos podemos preguntar: ¿cómo conseguir una atención, conciencia, plena? Pues como casi todo en esta vida con un poco de esfuerzo y constancia. Pero un esfuerzo gratificante y del que recogeremos frutos duraderos.
Podríamos comenzar, si nos animamos, con un ejercicio sencillo. Elegimos una habitación tranquila, tomamos nuestro móvil y en la cuenta atrás lo programamos para que suene en cinco minutos. Nos sentamos en una silla con la espalda recta y las manos sobre los muslos o bien nos tumbamos en una cama o en el suelo. Durante este tiempo permanecemos atentos a los sonidos que vienen del exterior. No hacemos otra cosa que estar atentos a éstos y a las sensaciones que nos producen. No los juzgamos como agradables-desagradables, simplemente los observamos. Suele ocurrir que nuestra mente se vaya de un lado para otro, que nos vengan muchos pensamientos, si es así simplemente nos detenemos, miramos nuestros pensamientos, no juzgamos y seguidamente posamos la atención nuevamente en los sonidos. Este ejercicio lo podemos realizar dos veces al día o tantas como queramos.
 
 
Hay un chiste que dice algo así como:
– ¿Conoces el chiste de la aspiradora budista?
– ¿Bromeas? ¿Qué es una aspiradora budista? -pregunta entonces el otro.
– ¡Ya sabes! ¡Absorberlo todo sin quedarte con nada!