Un día se presenta en mi consulta un chico alto y atlético. Hubiese apostado a que se trataba de un jugador profesional de rugby pero apenas comenzó a hablar me informó de un problema de estudio que le estaba haciendo la vida imposible. Mientras exponía su relato me di cuenta de encontrarme frente a un atleta, pero de la mente. De hecho, había encontrado en los estudios su mejor vocación. Era extremadamente aplicado y se encontraba más o menos a mitad de su carrera de historia medieval. En su modo de hablar recordaba la agudeza de un monje Chartreuse: preciso, atento a cada palabra, un lenguaje rico en metáforas. Le apasionaba la disciplina, pero en los últimos tiempos estudiar se había convertido en una verdadera tortura…medieval.
Para describir su problema Paolo usó palabras muy tecnológicas: “Cuando estudio soy víctima de un fastidioso hyperlink”. La definición me intrigó bastante y le pedí explicaciones.Entonces me informó del curioso fenómeno que le sucedía cuando iniciaba sus sesiones de estudio. Era parecido a la trama de una película conocida, Matrix, en la que sus protagonistas se encuentran apresados en una realidad paralela. Nada más comenzaba a leer, todo simple concepto le remitía en su mente a una serie de otros concepto filosóficos o literarios, citas, títulos de libros ya leídos o todavía por leer, artículos de investigación y obviamente a sus consideraciones criticas de cuanto estaba estudiando. Una danza de los espejos de la que le resultaba imposible salir. Capturado por esta serie de ideas, Paolo se sentía forzado a apuntar al margen de cada frase una serie de links, que le permitirían en el futuro profundizar sobre el tema en cuestión.
Todo esto le hacía pesadísimo seguir en la lectura, tanto que en el último tiempo había iniciado a evitar como un demonio maligno el momento de estudiar. Continuaba a ir a clase a la universidad, pero había dejado algunos exámenes. Por el miedo a bloquearse del todo se había dirigido a mi.
Paolo se daba cuenta que su excesiva precisión le estaba haciendo daño, pero no era capaz de hacer algo diferente. El temor era que si no anotaba enseguida todo lo que su mente le proponía, se le podría olvidar todo.
Sintonicé con él diciéndole, con un poco de ironía, que para un estudiante meticuloso y atento, como él parecía, todo lo que le sucedía parecía en efecto como una verdadera maldición, una condena divina. Esto le podría llevar a convertirse en un erudito aburrido , en lo que yo no le ayudaría, pero si podría trabajar en perfeccionar en afinar su habilidad, que ahora parecía muy tosca. Paolo entendió enseguida lo que le proponía y cual sería el objetivo terapéutico.
Le propuse una tarea bastante particular. Le dije que podría continuar anotando todos sus links, todas las asociaciones que le venían en mente durante la lectura, pero no en el libro, lo podía hacer en un cuaderno especial. Por otra parte, debía proceder seleccionando solo el link que, si no hubiese anotado inmediatamente , lo perdería seguramente en la noche de los tiempos, como lágrimas en la lluvia. Finalmente le pedí que pusiese el cuaderno no al alcance de la mano, sino a un metro y medio de distancia, dentro de la mochila que normalmente llevaba consigo a la universidad. En caso de que surgiera un link, debía levantarse, coger la mochila, abrirlo, sacar el cuaderno, anotar detalladamente el link, volver a poner el cuaderno en la mochila, cerrarla, volver a su puesto y continuar con la lectura. Por último, independientemente de cuantas anotaciones hubiese cogido durante la lectura, concreté con Paolo que tenía que dedicar 15 minutos para anotar aquellos link “olvidados”. Escuchó mi bizarra prescripción meticulosamente, atento a no perderse algún detalle.
En la siguiente sesión Paolo se presentó claramente aliviado. Contó que en los días sucesivos a nuestro primer encuentro, había puesto el cuaderno de los hiperlink en la mochila y a la distancia de metro y medio, exactamente como nos habíamos propuesto. De esta manera había comenzado a estudiar e inmediatamente había percibido que podía estudiar sin la necesidad de pararse y anotar. Contó que en esas dos semanas había reanudado los estudios, casi mágicamente, con pasión y tesón.
Consciente de que la estratagema usada le había permitido desbloquearse, usó una metáfora muy bonita para describir lo sucedido. Me dijo que para proceder ágilmente, una barco debe ser ligero, de otra manera corre el riesgo de encallarse en cada escollo que encuentre en el mar.
Añade también que los 15 minutos finales en los que podía dedicarse a elaborar los conceptos habían modificado su concepto de estudio: era como pararse a remirar una estatua recién esculpida para después divertirse añadiendo color a la superficie.
Después de confirmar todo lo sucedido y felicitarle por el trabajo cita el aforismo de Poe- Petrarca: Nil sapientiae acumine nimio (nada es más odioso para la sabiduría que la excesiva agudeza). Lo traduce para recalcar que de ahora en adelante será uno de sus preferidos.
Extraído de: Lo studente strategico. Come resolvere rapidamente i problemi di studio. Bartoletti Alessandro. Ponte alle Grazie. 2013
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