El formador
Se presenta en consulta un hombre sobre los cuarenta años, de buen aspecto pero con un velo gris en la mirada. Declaró que venía porque no sabía que hacer con su vida profesional, después de una serie de fracasos y de una separación borrascosa de la mujer. Se sentía en crisis y completamente bloqueado, angustiado por el futuro y depresivo.
Indagando sobre lo que había sucedido, me contó su suceso profesional como formador y socio de una sociedad de asesoría empresarial. Dos años antes, después de la rotura de tres contratos con otras empresas por malentendidos y discrepancias con los administradores, las cosas se habían precipitado. Los socios lo habían invitado a salir de la sociedad acusándolo de problemas de carácter que invalidaban sus actuaciones y que, sobre todo, creaban dificultad en las relaciones con sus clientes. En el mismo tiempo, la mujer pide la separación acusándolo de estar ausente, muy pendiente de sí mismo y descalificante con ella. En definitiva, dos disparos que lo dejan literalmente “KO”.
Después de una reacción agresiva en la confrontación con los socios y con la mujer, el hombre estaba derrumbado cayendo en una fase depresiva durante la que se había dado cuenta que había sido muy arrogante, especialmente en la confrontación de cualquier opinión y critica de los otros, y por lo tanto había sido el verdadero artífice de sus fracasos.
Citando a Epicteto señalé: “Acusar a los otros de las propias desgracias es consecuencia de nuestra ignorancia, acusarse a sí mismo significa empezar a entender; no acusarse a sí mismo ni a los otros significa entrar en el camino de la sabiduría”, indicándole así de manera analógica que era el momento de interrumpir el proceso de culpa y culpables para iniciar a resurgir de las cenizas de sus fracasos. Sobre esta premisa comenzamos a analizar sus soluciones intentadas disfuncionales, y emerge claramente el bloqueo que le produce el miedo a equivocarse de nuevo y por esto renuncia a proponerse a una nueva sociedad o empresa. Mediante algunas preguntas orientadas le hago ver que el no tomar decisiones equivale de hecho a hacer decidir a los otros o al destino, después le propongo la pregunta de “como empeorar la situación”(1) voluntariamente.
El hombre primero se sorprende por la pregunta, pero luego responde poco a poco que la manera de empeorar la situación sería seguir buscando un nuevo puesto de trabajo con la idea de que calzase tanto con él que fuese imposible cometer un nuevo fracaso.
Parafraseando a Shakesperare le hice ver que se comporta como el ave que se salvó milagrosamente de estar atrapada entre las zarzas y que ahora cualquier roce le parece un peligro y que por tanto debemos trabajar sobre sus ansiedades respecto al futuro.
Después de haber individuado algunas de sus ansiedades concluimos el encuentro con la asignación de dos tareas: hacer por escrito diariamente una lista de todas sus angustiosas visiones de futuro y traerlas a consulta la próxima cita; y por la mañana preguntarse como podría empeorar voluntariamente su jornada, poniendo por escrito todo lo que en pensamiento y acción podría hacer para conseguir tal resultado. Después comenzar la jornada sin refrenarse en ninguna dirección. Por la noche verificar lo que realmente había sucedido.
Tres semanas después le hombre se presentó sonriendo y con una nueva luz en la mirada y me entregó la lista de sus ansiedades escritas y reescritas declarando que estaba contento de dejarme a mi todo el peso por lo que se sentía aliviado. Contó que las ansiedades se habían casi disuelto, lo que le permite pensar mejor acerca de que hacer.
Por otra parte, la pregunta de por la mañana lo llevó a pensar en su responsabilidad en lo que le sucedía por dejar de hacer. Decidió entonces contactar con una serie de empresas con las que había trabajado con éxito, poniéndoles al corriente de su nueva situación de entrenador freelance dispuesto a trabajar de nuevo para ellos. Dos de estas empresas, donde había dejado un buen recuerdo, le contactaron para un posible encargo.
Estos cambios se produjeron de manera imprevista para él. Como ocurre a menudo en estas situaciones, conducen al sujeto a comprender, una vez realizado el cambio, cuales han sido los anclajes para realizarlo, de manera que se convierte en algo consciente capaz de poder reproducirlo si así fuese necesario.
La tarea de escribir sus angustias sobre el futuro fue interrumpida, pero con el encargo de reemprenderla si las preocupaciones se presentasen de nuevo, mientras fue mantenida la tarea de “comEl formadoro empeorar” orientada a cada día, como instrumento para mantener la ruta del cambio y medir cotidianamente los efectos.
En el tercer encuentro, el formador regresó aún más feliz: los dos posibles encargos se convirtieron en contratos, y también habían surgido dos nuevas posibilidades con otras empresas. Empujado por la estela de estos importantes resultados obtenidos el hombre pide ser ayudado también a mejorar su performance de formador y consultor presentando solicitud de ser admitido a los cursos de comunicación y Problem Solvang Strategico que se imparten en el Centro de Terapia Estratégica de Arezzo.
Después de un año del primer encuentro, el paciente ha referido haber reemprendido su profesión con pasión, éxito y humildad. Su agenda estaba llena de actividad para los doce meses siguientes. En fin, lo que no es poca cosa, también su vida afectiva había renacido gracias a una nueva relación sentimental. Su miedo a equivocarse había desaparecido por completo.

A menudo, como este caso nos enseña, son las personas que parecen más seguras y arrogantes los tendentes a colapsarse frente a las adversidades y a ser incapaces de levantarse si no son adecuadamente ayudadas. “Sólo quién es frágil se endurece”

(1) Cómo empeorar la situación es una pregunta estratégica diseñada por el profesor Nardone en la que se pide al paciente que piense en todas las maneras posibles para empeorar su situación, qué cosas podría hacer o dejar de hacer, pensar o dejar de pensar si deliberadamente quisiese empeorar su situación.

Este artículo ha sido extraído de La Paura delle decisioni: Girorgio Nardone. Ponte Alle Grazie. 2014.

http://www.ponteallegrazie.it/scheda.asp?editore=Ponte%20alle%20Grazie&idlibro=8031&titolo=LA+PAURA+DELLE+DECISIONI