Cuando hablamos de trastornos de la alimentación normalmente pensamos en la bulimia, en la anorexia y en las distintas modalidades que pueden adoptar estas patologías.
La anorexia se caracteriza por un rechazo a mantener el peso corporal por encima o en el peso mínimo normal para la edad y estatura. Las pacientes (normalmente se trata de chicas jóvenes, lo que no quiere decir que no hayan casos de hombres) presentan un intenso temor a engordar aún encontrándose por debajo del peso normal. La perdida de peso se consigue por la reducción de la cantidad de alimentos ingeridos o también mediante otras estrategias como excesiva actividad física, uso de laxantes, vomitar los alimentos ingeridos.
La bulimia se caracteriza por atracones recurrentes. La persona come en un período determinado de tiempo una cantidad de comida significativamente superior a la que la mayoría de las personas puede comer durante el mismo lapso y en circunstancias análogas. En este trastorno la conducta compensatoria más habitual es el vómito, ya que así reducen el malestar físico y el miedo a engordar.
De lo dicho hasta aquí parece ser que el vómito suele ser un síntoma o una característica común a ambos trastornos. Pero lo que ocurre en muchas ocasiones, tras repetir el mismo acto, es que este deja de ser un síntoma más para convertirse en un trastorno específico. A este trastorno se le conoce como vomiting desde el modelo de terapia estratégico. Así las jóvenes con una orientación anoréxica o bulímica descubren rápido que cuando vomitan pueden mantener el control del propio peso sin renunciar al placer  de la comida, conservando de este modo el peso algún kilo por encima o por debajo del peso normal, y evitando igualmente todas las preocupaciones familiares y las presiones para que se alimenten normalmente.
La bulimia o la anorexia constituyen la base del vomiting, pero una vez que el trastorno se ha constituido , se convierte en algo totalmente distinto a aquello que en un principio lo ha producido.
 La mayoría de las pacientes vomitadoras son de orientación anoréxica, jóvenes que al vomitar se mantienen algunos kilos por debajo de lo normal.
Al principio el vómito es una solución ensayada, pero luego tras la continua repetición, la secuencia se transforma poco a poco en un ritual cada vez más agradable, hasta convertirse, al cabo de unos pocos meses, en un placer único, al que la persona ya no puede renunciar.
Una vez instaurado un síndrome de vómito, el problema ya no es el control del peso, sino el control de esta compulsión al placer: comer y vomitar.
Una de las características predominante de estas personas es la obsesiva búsqueda del placer y de sensaciones fuertes.
Uno de los signos que acompañan al vomiting es la inhibición del placer sexual. Se detecta una incapacidad absoluta para desarrollar una vida sexual satisfactoria. Esta compulsión basada en el placer ocupa cada vez más espacio hasta desplazar a todos los demás placeres.
Teniendo en cuenta lo dicho hasta aquí y contra lo que tradicionalmente se viene haciendo, que es tratar el síndrome del vómito como un síntoma de otro trastorno (bulimia o anorexia), en el modelo de terapia estratégica se han creado distintos protocolos de tratamientos para las distintas modalidades de este trastorno basado en el placer.