Se presenta en consulta un joven de catorce años, la imagen del hijo que todos querríamos tener. guapo, inteligente… El problema surge cuando el chico empieza a pedirle ayuda a su madre para algunas cosas que no es capaz de gestionar o que lo están invalidando: cuando prepara las cosas que debe hacer no puede dejar de recontrolar. Por la tarde prepara la mochila para ir al instituto, después revisa más veces, porque tiene dudas de haber olvidado algo. Otras veces, cuando sale de casa controla si ha cogido las llaves. Revisa continuamente no haber perdido el carnet de identidad, el dinero, la cartera… La vida y los estudios se le hacen muy difíciles porque el muchacho relee cada frase porque no está seguro de recordarla, y así se vuelve loco. En su habitación todos los objetos deben estar en una cierta posición y no permite a su madre que limpie. Ella se da cuenta que todos los objetos, despertador, cartera, zapatos, etc, están siempre en la misma posición. La madre se da cuenta que algo no va bien. La virtud en exceso se vuelve defecto. El hijo pide a la madre que le ayude a controlarlo todo. Sin embargo esta buena intención se convierte en un daño: la madre confirma la razón de dudas del hijo. Y así, como sucede a menudo, se convierten los dos en obsesivos compulsivos. El problema se convierte en el tema central de la familia. El chico es hijo único y como la madre no trabaja se dedica por completo a su educación. Indagando sobre lo que ha pasado hago ver que las soluciones intentadas han sido equivocadas y como han mantenido el problema. Por tanto prescribo a la madre observar sin intervenir y evitar absolutamente de tranquilizar al chico. Digo todo esto en presencia del hijo, después de haber explicado que tal comportamiento razonable ha terminado por alimentar el problema. Cuando los familiares están envueltos en los rituales, el primer paso de la terapia consiste en romper el sistema relacional que alimenta el problema, en caso contrario no es posible intervenir sobre los rituales que el sujeto pone en marcha individualmente. Esto se hace después de haber demostrado el peligro de seguir así delante del paciente y no solo diciendo a los padres que dejen de ayudar al hijo. Es importante hacerlo así, con consenso, de otra manera podemos correr el riesgo de empeorar la situación.
En este caso la madre se muestra muy colaborativa, el hijo también lo entiende y se empeña en no pedir ayuda a la madre. Luego pido al hijo que me haga una lista de todos los rituales que hace durante el día y de todas la evitaciones que hace y la precauciones que adopta. En este caso, con un joven que colabora, es como si lo pusiésemos frente a un espejo, suscitando una reacción aversiva respecto a sus rituales.
A la segunda sesión el chico trae la clasificación, declarando veinte tipos de rituales. Hacemos una subdivisión clasificándolos en preventivos ( quiero controlar para que todo vaya bien o para arreglar algo que me temo que no funciona bien, por ejemplo, controlar la mochila, las llaves, que la puerta, ventanas y el gas estén cerrados). Al contrario, la necesidad de colocar los objetos en una posición precisa es de tipo propiciatorio. El chico confiesa que si no lo hace así teme que le pueda suceder algo a sus padres.
Después de conocer como funciona el problema y de ver el tipo de rituales se dan indicaciones precisas primero para intervenir sobre los rituales preventivos siguiendo el protocolo puesto en marcha en el Centro de Terapia Estratégica se Arezzo, basado en este caso en ritualizar el ritual.
A la siguiente sesión el muchacho declara que los rituales se han reducido al 50%. Siguiendo esta estratagema hasta saturar el sistema se avanza tanto que pasamos a afrontar los rituales porpiciatorios. En este caso proponemos una prescripción basada en el pequeño desequilibrio que nos ayuda a mantener el equilibrio . La terapia duró menos de diez sesiones, llegando a eliminar por completo todos los rituales y consiguiendo que el chico tuviese una vida más cómoda.
Extraído de Ossessioni compulsioni manie. Giorgio Nardone. ED: Ponte Alle Grazie.
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