PERVERSIONES EN LA REDEste es el título de un libro de Giorgo Nardone en el que se abordan algunas patologías surgidas bajo el paraguas del uso de internet.
Algunos autores se preguntan si existe o no dependencia de internet. No existe un acuerdo unánime sobre esta cuestión y el debate sigue abierto. A mi juicio así seguirá mientras el uso de esta herramienta siga evolucionando a la velocidad que lo está haciendo.
Un criterio intuitivo para hablar de patología es el tiempo invertido en cierto hábito, cuánto tiempo le dedicamos cada día y cuánto tiempo hace que hemos adquirido ese hábito. Teniendo en cuenta que en la actualidad, gracias a los dispositivos móviles, es factible estar conectado en cualquier lugar y a cualquier hora, podríamos afirmar, si siguiéramos este criterio, que la mayoría de la población sufre de dependencia de internet. Parece claro que esta variable no es determinante para hablar de patología y que hay otros factores que nos indicarían más fehaciente mente que estamos ante un problema. Cabría preguntarse, pues, si existe tal dependencia.
El término dependencia de internet fue acuñado por el psiquiatra Ivan K. Goldberg, quien para gastar una broma a sus colegas inventó la denominación de esta patología y argumentó algunos criterios que debían darse para hacer el diagnóstico. Posteriormente, debido al revuelo que levantó su broma escribió: “¡Son todo mentiras! ¡No existe nada llamado dependencia de internet! Internet puede crear dependencia tanto como el propio trabajo: las personas que se definen así trabajan simplemente para huir a toda una serie de otros problemas.”
Desde mi punto de vista, como en tantos otros trastornos, existe un problema cuando interfiere en nuestra vida social, laboral o familiar. Cuando dejamos de hacer algunas cosas que antes nos resultaban placenteras para dedicarnos exclusivamente a una actividad, en este caso navegar por la web. Cuando sentimos malestar si no podemos o nos censuramos el uso de internet.
Parece que en internet todo es posible y en ocasiones lo virtual sustituye a lo real. Podemos tener muchos “amigos” (avatares) por internet, podemos compartir con ellos nuestro día a día e incluso podemos llegar a intimar más que con los “no avatares” que comparten nuestro techo. El imaginar a la persona que está al otro lado nos adentra aún más en lo virtual y alimentamos continuamente nuestras expectativas. Lo que ocurre muchas veces es que el viajar colmados de esperanzas es mucho mejor que llegar a puerto. Y cuando llegamos a puerto y este no es el que esperábamos, no colma nuestras expectativas, emprendemos un nuevo viaje con renovadas esperanzas. Surge de esta manera lo que algunos denominan dependencia del chat (chat manía) y las relaciones nacidas en la red.
Deje su comentario