Se trata de una forma de duda patológica representada por el sentirse “equivocado”: hagas lo que hagas te todos modos estás en un error. El filósofo S. Kierkegaard nos ofrece una espléndida muestra: “Cásate y te arrepentirás, no te cases y también te arrepentirás; casarse o no casarse, te arrepentirás de todos modos; te cases o no te cases lo lamentarás. Ríete de las absurdidades del mundo y te arrepentirás de todos modos; llora por las absurdidades del mundo y te arrepentirás, te rías o llores te arrepentirás igualmente; tanto si te ríes de ellas o pensamientosbien llores por ellas lo lamentarás de todos modos. Confía en una muchacha y te arrepentirás; no le des confianza y te arrepentirás igualmente; le des o no le des confianza te arrepentirás en ambos casos; tanto si le das confianza como si no le das lo lamentarás. Ahórcate y te arrepentirás; no te ahorques y te arrepentirás, te ahorques o no te ahorques lo lamentarás; tanto si te ahorcas como si no lo haces te lamentarás de todos modos”.
La matriz de la dinámica
patológica en este caso es la búsqueda incesante de la seguridad, que conduce inevitablemente a una constante inseguridad. Son raras las ocasiones en la vida en las que pueda alcanzarse la certeza de haber actuado del mejor modo posible. Además el saboteador interior, incluso ante una acción de éxito, destaca que la persona podría haberse comportado aún mejor o habría podido actuar antes, induciendo de todos modos a una insatisfacción. Cuando tal interacción disfuncional entre la mente y ella misma se aplica a las elecciones, tiende a ralentizar las decisiones y a volverlas pesadas, farragosas y sufridas. Por lo tanto, incluso en el caso que los resultados tuvieran buen resultado, se sale de la batalla herido y extenuado.
El error diagnóstico más frecuente en este caso es el de etiquetar a estos individuos como deprimidos. De nuevo tal diagnóstico puede convertirse en la confirmación radical de la propia incapacidad de gestionar la realidad o la coartada de la propia posición: el efecto será de todos modos el de tender a cristalizar el trastorno en lugar de desestructurarlo.

Ejemplo de saboteador interior: ¿qué quiero hace de mayor?
Elena una joven de éxito en secundaria debe plantearse que carrera elegir. Se debate entre ingeniería, como su padre, o algo creativo que tuviese que ver con la ciencia. Otras dos posibilidades eran arquitectura, que le parece más creativa que ingeniería, y medicina, disciplina que conjuga el rigor científico con la intuición y las capacidades personales. Elena no conseslider pequeñoguía solucionar el dilema, se debatía continuamente entre los pro y los contra. En la familia cada uno tenía una predilección distinta con lo que a su duda había que añadir la culpa de poder decepcionar a su padre o a su madre o a su novio.
Al dilema racional se agregaba el emotivo y relacional: “Hagas lo que hagas de todas formas te equivocas” Elena decidió ir a un psicólogo experto en orientación escolar y profesional, quien la sometió a una batería de test para concluir que dada su capacidad intelectual podría hacer cualquier carrera. Esto generó en Elena una desmoralización mayor.
Para que Elena resolviese su dilema se trabajó en varias vertientes. Primero se le instó a que dejase su solución intentada de luchar con su saboteador interior, la lucha le conducía a sentirse cada vez más derrotada y su saboteador más fuerte. Luego se le pidió una tarea específica indicada en estos casos de orientación hacia el futuro, ver el escenario más allá del problema. Tras tres sesiones Elena resolvió su problema y lo expuso abiertamente a su familia, con lo que a su vez venció el temor de defraudar a los demás.

Fuente: Pienso, luego sufro. Giorgio Nardone. Ed: Paidós