El trastorno obsesivo compulsivo es uno de los problemas psicológicos más invalidante. Al comienzo del problema la persona no se da cuenta del mismo, ya que en un principio sus acciones y pensamientos le pueden dar seguridad a la hora de relacionarse consigo mismo, con los otros o con el mundo. Pero poco a poco lo que en un principio fue una seguridad se va convirtiendo en una trampa, ya que cada vez el trastorno exige más esfuerzo por parte de la persona, tanto que llega a convertirse en una especie de “cáncer” que se extiende por todas las áreas de su vida. Así de este modo, por ejemplo, la persona que revisa una vez si la puerta está cerrada, hace una acto funcional, pero si esto no le convence y vuelve a revisarla una segunda vez cae en la trampa de la inseguridad, del problema, de la obsesión y después tendrá que revisarla una tercera vez y luego una cuarta…. O, por ejemplo, la persona que debe mantenerlo todo en orden y limpio como un hospital, cuando lo consigue en vez de quedar tranquila, le surge el desasosiego por el hecho de que pueda desordenarse o que entre la más mínima mancha en su “templo de la limpieza”, por lo que cada vez el trastorno le exigirá más esfuerzo para mantenerlo todo impoluto, con lo que poco a poco entra en una trampa que se retroalimenta por si sola, de manera que una vez instalada dentro de ella le es imposible salir.
En el Centro de Terapia Breve Estratégica de Arezzo que dirige el profesor Nardone, se han identificado cinco tipologías que activan acciones y pensamientos compulsivos.
La primera tipología está representada por la duda que inicia la necesidad de respuestas de certeza. Se trata, por ejemplo, de la duda de ser infectado o de ser contagiado de una enfermedad tras el contacto con un agente externo. Este interrogatorio inicia la necesidad de respuestas absolutas y certeras: debo prevenir de todos las maneras las infecciones; o si esto no es posible, debo activar la modalidad de desinfección, para remediar lo que ha sucedido. La dinámica surge de una duda que inicia un sistema de razonable protección, preventiva o reparatoria, que por exasperación se convierte en la prisión obsesiva compulsiva. Este tipo de trampa puede activarse también a partir de una duda sobre lo que puede tener efectos propiciatorios positivos sobre mi vida: por ejemplo, he hecho un examen y me ha ido bien, aquel día llevaba puesto unos pantalones y una camiseta y he hecho un determinado camino para llegar a la universidad. El examen me sale bien y la siguiente vez repito el mismo ritual, y si sigo repitiéndolo entro en la trampa, de tal manera que si un día no puedo llevarlo acabo me entra el miedo de que todo puede ir mal, por lo que alimento mi creencia, mi problema, mi trastorno.
La segunda tipología consiste en la ritualidad que surge de una rigidez ideológica o de una moralidad o creencia supersticiosa. Por ejemplo, temo haber pecado por lo que debo rezar repetidamente para expiar la culpa. O por ejemplo, me exijo renunciar a un placer que es una tentación, pero como es muy difícil me impongo un ritual preventivo, como ducharme con agua fría cada vez que sienta el impulso erótico.
La tercera tipología está representada por la exasperación de procesos de razonamiento racionales hasta convertirlos del todo en irracionales. Por ejemplo, antes de tomar una decisión debo analizar todas las posibilidades, de otra manera tengo el riesgo de equivocarme. Algo que parece razonable si lo exagero, se convierte en una trampa que me impide tomar decisiones de manera eficiente, y ante una circunstancia que exige una decisión más o menos rápida me bloqueo analizándolo todo y soy incapaz de tomar cualquier decisión. Es el caso de cirujano que antes de entrar en quirófano repasa todos los pasos previos y si no está seguro de haber seguido el ritual al pie de la letra debe volver a repasarlo desde el inicio.
La cuarta tipología la representa actos de sana prevención llevados al extremo: la prevención se transforma en fobia. Por ejemplo, la madre atenta a la salud de su hijo que llega a no permitirle exponerse a situaciones que considere peligrosas. Si de un lado parece positivo, de otro, si se lleva al extremo se convierte en negativo, como cuando no permite que nadie se le acerque por si puede infectarle alguna enfermedad, o que juegue con otros niños, o con animales, o cambios de temperatura.
La quinta tipología consiste en efectos de una experiencia traumática. Para defenderse de lo que el trauma le ha producido, el sujeto desarrolla una serie de pensamientos o comportamientos sedativos o inmunizantes. Es un caso frecuente en las mujeres víctimas de abusos, que después del evento traumático, llega a casa, se lava de manera exagerada como si pudiese “lavar” lo ocurrido. Esto tiende a estructurarse como una compulsión irrefrenable cada vez que sucede algo que le recuerde al hecho traumático. Es suficiente, por ejemplo, que un hombre la mire, o que se sienta atraída por alguien, para tener que repetir el ritual.
Cinco tipologías de como puede iniciarse un problema que al principio parece inocuo pero que una vez estructurado resulta invalidante. Cada uno de nosotros puede construir sus propias trampas y luego caer dentro de ellas (Nardone).
Para saber más:Ossesioni, compulsioni, manie. Giorgio Nardone con Claudette Portelli. Ponte alle Grazie. En español: Obsesiones, compulsiones, manías: entenderlas y superarlas en tiempo breve. Giorgio Nardone con Claudette Portelli. Herder
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